viernes, 17 de abril de 2009

La Naturaleza de la otra vida

La Naturaleza de la otra vida

En el Nuevo Testamento, uno de los pilares fundamentales de la enseñanza de Jesús es la existencia del más allá: el pecado, la muerte, el juicio son aspectos centrales de su plan de salvación. También se enfatiza la existencia de un cielo en donde los justos serán recompensados eternamente (Mateo 25:46, Lucas 16:25, Lucas 23: 43, Juan 14:2, Apocalipsis 7:15-17), y un infierno en donde los impíos serán víctimas de grandes tormentos (Mateo 7:13-14, Mateo 11:23, Mateo 13:41-42, Lucas 3:17, Lucas 12:5, Juan 15:6).

Sin embargo, es sorprendente notar que el antiguo testamento no tiene nada comparable. En lo que respecta al antiguo testamento, la vida después de la muerte es irrelevante, y no hay versos en el AT que puedan ser interpretados como enseñando algo acerca de la naturaleza de la otra vida. De hecho, hay varios textos que parecerían enseñar lo contrario: que la muerte es definitiva y que no existe un después.

“porque en la muerte no hay memoria de ti; en el seol, ¿quién te alabará? - Salmos 6:5

" Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido". - Eclesiastés 9:5

" Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas, porque en el seol, adonde vas,no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría". - Eclesiastés 9:10

" Pues el seol no te exaltará ni te alabará la Muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán en tu verdad". - Isaías 38:18

Además de esto, llama la atención que el dios del A.T nunca amenaza con castigar o promete recompensar a nadie más allá de la muerte. Incluso los capítulos que hacen una lista exhaustiva de los terribles castigos que Dios enviará a quienes rompen sus leyes no mencionan el infierno en absoluto. De la misma forma, los versos que mencionan muchas de las grandes recompensas que Dios tiene para sus fieles olvidan hacer cualquier mención de una recompensa celestial o más allá de la tumba. Véase, por ejemplo, el capítulo 28 de Deuteronomio, que describe de forma detallada tanto las bendiciones que tiene Dios para quien le obedece como las maldiciones que caerán sobre quien no lo haga. Sin embargo, el autor de alguna manera olvidar mencionar la mayor bendición y la peor maldición respectivamente. Dado que cualquier castigo terrenal es, literalmente, insignificante en comparación con el infinito castigo del infierno, ¿cómo puede Dios haberlo dejado fuera de su repertorio? La explicación más lógica es que los conceptos de cielo y el infierno no existían en la religión judía hasta los tiempos del nuevo testamento, cuando fue insertado en el canon por los escritores cristianos tardíos.

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