jueves, 19 de marzo de 2009

Serotonina, un regulador social de insectos

Por Glenys Álvarez

Zoología. La esencia de la investigación científica es la búsqueda de soluciones a problemas humanos y, en este sentido, un nuevo experimento brinda respuestas hacia la erradicación de las dañinas plagas de insectos.
En el reino animal, las diferencias entre organismos son obvias. Ninguna persona notará similitudes entre nuestra especie y cualquier tipo de insecto, por ejemplo; sin embargo, existen significativas similitudes que nos enlazan a todos como parte esencial de la evolución de la vida sobre la Tierra.

Tome la serotonina como muestra. Este neurotransmisor, encargado de un sinnúmero de funciones en el ser humano, se encuentra presente también en cada organismo multicelular en el planeta. No sólo eso, en muchos insectos, como en el caso de las plagas de langostas (locust), el neurotransmisor es responsable, precisamente, de transformar estos bichos de solitarios y tranquilos ermitaños subterráneos, a unos animales sumamente sociales que salen a poblar enormes espacios de la superficie terrestre.

El nuevo descubrimiento, publicado en el diario científico Science y realizado por investigadores de las universidades de Cambridge y Princeton en el Reino Unido, ha buscado el mecanismo que precede a la plaga de estos insectos para descubrir allí su origen y así manipular la fisiología del animal y cambiar su conducta.

“Los insectos que decidimos estudiar, precisamente”, explicó en una entrevista telefónica para EurekAlert el autor principal del estudio, el doctor Stephen Rogers, “son los llamados langostas del desierto, lo peores de su clase. Creemos que, por lo menos, el 20% del mundo es afectado por la aparición en masa de los insectos”.

Estos enjambres de incontables langostas del desierto ponen en peligro cualquier cosecha de la agricultura, estudios han estimado que muchas veces hasta mil millones de los animales salen a la superficie a causar daños materiales para los seres humanos.

“En los últimos años, la plaga de langostas ha causado enormes daños en Australia, China y África”, explicó el doctor Malcolm Burrows, de Cambridge, otro de los autores del estudio.

“Ya habíamos identificado el estímulo sensorial que lleva a estos insectos a cambiar de conducta, pero el descubrimiento de un mecanismo neuroquímico que vincula todos los elementos nos abre nuevas puertas para actuar. No es que vayamos a detener las plagas mañana, pero ahora es más probable que podamos elaborar un plan para erradicarlas”.

Para los especialistas, el experimento muestra la importancia de estos neurotransmisores en la conducta animal. La serotonina es un elemento típico en los antidepresivos elaborados para humanos, sus receptores son blancos de estas drogas que intentan hacer el neurotransmisor más disponible en el cerebro.

“Es muy curioso. Tienes a este insecto antisocial y solitario y le das un poco de serotonina y sale de su hueco a socializar como loco”, explicó Rogers.

Señales del medio a su alrededor
Pero la serotonina es sólo un paso más en el complicado baile de las langostas del desierto. Investigaciones anteriores ya habían estudiado las distintas señales que parecen activar la conducta gregaria en la masa de insectos. Una de las primeras señales es la falta de comida, cuando las fuentes se agotan en el desierto, los insectos comienzan a salir de sus huecos y a congregarse. Físicamente, estos insectos también pueden cambiar en respuesta a estímulos específicos. Por ejemplo, la estimulación de sus patas traseras y el olor y la visión de los otros insectos a su alrededor. “Cuando detectamos los altos niveles de serotonina, decidimos estudiar si era un elemento que ayudaba en la transformación de solitario a social. Y, precisamente, fue eso lo que descubrimos. Las señales causan un aumento en el neurotransmisor. Más aún, cuando inhibíamos la serotonina en el cerebro, los insectos se mantenían calmados y no se interesaban en socializar.

Algunos datos sobre las langostas
Estos insectos son saltamontes que producen enjambres; de hecho, de las ocho mil especies conocidas en el mundo de saltamontes, más o menos una docena enjambran. Una langosta del desierto adulta mide de dos a dos pulgadas y media y pesan mucho menos de una onza, sin embargo, cuando de alimento se trata, un adulto de estos insectos es capaz de consumir su peso en comida. Estos insectos son, además, voladores prodigiosos que son capaces de cubrir distancias de hasta 120 kilómetros en cinco a ocho horas de vuelo. Un dato interesante de estos animales es que las conductas que presentan durante sus vidas son tan diferentes, que los científicos pensaban que se trataba de dos especies distintas de insectos hasta que en 1921 se dieron cuenta de que se trataba del mismo insecto actuando bajo los efectos de la serotonina.

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