sábado, 14 de febrero de 2009

¿La asombrosa unidad de la biblia?

Cuando miramos a la Biblia, ésta muestra una unidad asombrosa—unidad que puede ser explicada solamente por el hecho de que los escritores de la Biblia fueron guiados por el Espíritu Santo.” http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/2759



Un autor guió a estos escritores durante todo el proceso: el Espíritu Santo. 1 Pedro 2:21 dice "los profetas nunca hablaron por su propia voluntad; al contrario, eran hombres que hablaban de parte de Dios, dirigidos por el Espíritu Santo." La unidad de la Biblia es sólo una prueba asombrosa más de la inspiración y la autoridad divina de la Biblia.
http://www.enmision.com.ar/ebiblicos/autoridad2.htm



“La Biblia comunica, en todas sus páginas, un mensaje coherente, como una perfecta estatua de mármol. La asombrosa unidad de la biblia es una prueba fehaciente de que no se trata meramente de literatura humana, sino de la Palabra de Dios.”
http://www.discoveronline.org/spanish/span02.htm



“El argumento que enfatiza la unidad de la Biblia como una evidencia para su inspiración es verdaderamente poderoso.”
http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/626



Como se puede ver en las citas anteriores, uno de los argumentos más populares a favor de la inspiración bíblica es el de la supuesta “unidad asombrosa” que contiene. Según varios apologetas, la biblia fue escrita por un gran número de personas, en tres lenguas diferentes y a través de un vasto lapso de tiempo. Sin embargo, se nos dice, la increíble coherencia interna de su mensaje es todo lo contrario a lo que deberíamos de esperar si esta fuese producto de meros autores humanos independientes, y por lo tanto, la única alternativa es que debió haber alguna clase de inteligencia directora detrás de la redacción de este importante mensaje.


Sin embargo, basta con darle una ojeada rápida a la biblia para darse cuenta de que esta “unidad asombrosa” no surge del texto mismo, sino como resultado de la muy extendida práctica cristiana que consiste en escoger una teología cualquiera y amañar los versos de forma que encajen a la fuerza en el conjunto de dogmas elegido. La verdad es que en la biblia abundan las incoherencias, y, como cualquier lector crítico de la biblia puede darse cuenta, esto es especialmente cierto para el antiguo y el nuevo testamento.


A lo largo de este ensayo pretendo mostrar que los dioses del antiguo y del nuevo testamento difieren en casi todos los aspectos significativos: en su plan de salvación, en la forma en que quieren que vivamos, en su forma de relacionarse con los seres humanos, y hasta en sus explicaciones sobre el mundo sobrenatural. También procuraré explicar porqué estas incoherencias son demasiado radicales para ser explicadas como el resultado de una “revelación progresiva” o como “el mismo Dios revelando aspectos diferentes de su naturaleza”; además de proponer la explicación mucho más razonable de que las dos partes de la biblia no fueron inspiradas por la misma deidad, sino simplemente escritas por dos grupos de personas diferentes con sus respectivas creencias religiosas. Este escrito es una versión corta del ensayo de Ebonmusings que se puede encontrar aquí.


El temperamento de Dios

Basta con un ejemplo significativo para ilustrar la incapacidad de los dos testamentos de presentar una teología coherente. Se pueden encontrar dos ocasiones en la Biblia - una vez en el Antiguo Testamento y otra vez en el Nuevo – en las que Dios se enfrenta básicamente al mismo problema: La gente ya no recuerda darle culto; la fe se ha degradado, reduciéndose a una idolatría corrupta y mundana; abundan los pecadores y la humanidad necesita la salvación más que nunca.

En el Nuevo Testamento, Dios resuelve esta situación viniendo a la tierra en su forma humana para morir por nuestros pecados, ofreciendo su sangre como una clase de sacrificio redentor para la salvación de la humanidad entera.

En el Antiguo Testamento, Dios resuelve esta situación ahogando cada persona en el planeta, a excepción de un puñado, en un catastrófico diluvio masivo.

Difícilmente podría pensar en una muestra mejor que el diluvio universal para ilustrar lo radical del cambio de carácter al que me refiero. El Dios del antiguo testamento es, parafraseando a Pepe Rodriguez, un tirano contradictorio, arbitrario y cruel; legislador de mandatos terribles al tiempo que pasivo y complaciente ante hechos inaceptables. No ve ningún inconveniente en asesinar a todos los primogénitos de Egipto a causa de la terquedad de un solo hombre; manda a los Israelitas a masacrar a toda persona, hombre, mujer y niño, que tenía la mala suerte de habitar la tierra prometida antes de que llegaran los Israelitas. Decreta que la pena de muerte es un buen castigo para el “delito” de recoger palos el día equivocado; y además muestra un particular sentido de la justicia, pues no solo castiga a los culpables sino que castiga a sus hijos, nietos, bisnietos y demás generaciones inocentes (Dt. 28,46). Igualmente, castiga mujeres inocentes haciendo que las violen y haciendo atravesar con flechas a sus hijos. Y por si fuera poco, instituye la lapidación como castigo por las transgresiones más triviales: Según la biblia se debe apedrear a quienes trabajen en sábado (Ex. 31,14-15), a las muchachas que no sangren en su primera relación sexual (Dt. 22,13ss), a los hijos desobedientes (Dt. 21,18ss), a los homosexuales (Lv. 20,13), entre muchísimos otros.


Luego llegamos al Nuevo Testamento, cuando Dios viene a la Tierra en la persona de Jesús, ¿y qué consejo tiene para nosotros? Amad a vuestros enemigos; tratad al prójimo como deseas ser tratado, quienes empuñan la espada perecerá por la espada, ama a tu prójimo como a ti mismo, etc. Esta es, sin duda, una excelente filosofía moral, pero sería difícil imaginar un contraste más dramático con la moral anterior.


¿Perdonar o no perdonar?


En el Nuevo Testamento, Jesús enseña una lección sobre el perdón:

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Mateo 18:21-2

Y, sin embargo, mientras el Dios del Nuevo Testamento nos insta a perdonar a los que pecan contra nosotros, el Dios del Antiguo testamento no se compadece de ellos ni una sola vez. Un ejemplo es la caída del edén: a pesar de que Dios podría haber perdonado a Adán y Eva por una transgresión de lo mas insignificante (comer una fruta, después de todo, a duras penas es un crimen en sí mismo). Su reacción fue completamente contraria a lo que más tarde pregonaría en el N.T: expulsar a la pareja original del paraíso y condenarlos a ellos -y a todos sus descendientes- a una vida de trabajo duro marcada con la muerte y el sufrimiento.


Otro ejemplo de la falta de misericordia del Dios del A.T lo podemos ver en su respuesta a un censo realizado por David:

"Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.
Y por la mañana, cuando David se hubo levantado, vino palabra de Jehová al profeta Gad, vidente de David, diciendo: Ve y di a David: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga. Vino, pues, Gad a David, y se lo hizo saber, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que tres días haya peste en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué responderé al que me ha enviado. Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres. Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres.". - 2 Samuel 24:10-15

Si bien David había cometido un pecado (y, de nuevo, no se trata de algo intrínsecamente nocivo para nadie, es sólo un pecado porque no le gustó a Dios), rápidamente cayo en cuenta de su error, se arrepintió y rogó por el perdón de Dios. ¿Respondió Dios mostrando misericordia? En absoluto. En cambio, prefirió ignorar patentemente las disculpas de David y enviar una peste que terminó acabando con la vida de 70.000 personas inocentes. ¿Y este es el Dios que nos ordena perdonar setenta veces siete?

Como un último ejemplo, considere el episodio de la mujer adultera en el nuevo testamento. Todo el mundo conoce la historia registrada en Juan 8:3-11: Una mujer adúltera es capturada "en flagrancia", los "malévolos" maestros de la ley y los "siniestros" fariseos se la llevan a Jesús para ponerlo a prueba... ¿La apedreamos como manda la Ley? le preguntan con el fin de ponerlo en aprietos: Si Jesús dice que no, lo acusan de violar la Ley de Moisés. Si dice que sí, estaría en contra de sus enseñanzas de amor y perdón y lo señalarían como hipócrita. La respuesta memorable de Jesús es que el que esté libre de pecado tire la primera piedra. Silencio... Todos se van uno a uno. Jesús, en un juego retórico preguntando a la mujer por sus acusadores, le dice que tampoco la condena, que no vuelva a pecar.


Si bien esta es, sin duda, una encomiable actitud de misericordia, el pensador crítico no puede evitar preguntarse porque Jesús decidió salvar a la mujer de una ley que el mismo había decretado tiempo atrás. Si estar libre de pecado era una condición necesaria para apedrear a las personas que rompieran la ley de Moisés, ¿por qué a Dios se le olvido mencionarlo en el Antiguo Testamento, cuando estableció la norma en su versión original? A Dios al parecer le importaba muy poco el historial de aquellos que apedrearon a Acán hijo de Zera (Josué 7:24-25) o de las personas a las que ordenó apedrear un hombre capturado recogiendo palos en el Sábado (Números 15:36). Tampoco parecía importarle cuando decretó que la lapidación era un castigo apropiado para la blasfemia (Levítico 24:16) y la desobediencia (Deuteronomio 21:18-21), y en definitiva, en ninguna de las ocasiones en el que el Dios del AT manda a apedrear a alguien recuerda añadir una clausula diciendo que solo quienes estén libres de pecado pueden lanzar la primera piedra. Quien crea que el Antiguo y el Nuevo Testamento describen un mismo Dios debe creer que fue el mismo Jesús quien instruyó a los israelitas apedrear a un hombre que recogía palos el sábado (rompiendo, por ende, uno de los Diez Mandamientos), pero luego cambió de parecer y evito sin más la lapidación de una mujer… ¡que también había roto uno de los Diez Mandamientos!


La contradicción es patente. Cuando Jesús nos insta a amar a nuestros enemigos, el Dios del A.T nos insta a odiarlos, maldecirlos y destruirlos. Cuando Jesús responde al pecado con actitudes de perdón y misericordia, el Dios del Antiguo Testamento lo hace con ira y destrucción. Cuando Jesús nos invita a orar por aquellos que nos odian, el Dios del Antiguo Testamento lo prohíbe rotundamente. Cualquier humano que se comportara de una manera tan incoherente sería diagnosticado con trastorno mental, pues reconocemos que las personas mentalmente sanas no cambian sus principios de comportamiento de un momento a otro. ¿Por qué habríamos de aplicar a Dios un estándar diferente?


Énfasis en la pureza


Otra forma importante en la que difieren el Nuevo y el Antiguo testamento es en lo que se refiere a la opinión sobre la pureza. El antiguo testamento nos muestra a un dios que está, por decirlo de alguna manera, obsesionado con los ideales de pureza y de impureza ritual. Exige que los leprosos y los que padecen flujo de semen sean expulsados del campamento israelita (Números 5:1-5). Prohíbe terminantemente de comer conejos, cerdos, la mayoría de las aves y mariscos, y otras "abominaciones" (Levítico 11:6-19), a pesar de el hecho de que todos ellos eran supuestamente parte de su creación original. Decreta que los bastardos no pueden entrar en "la congregación del Señor", ni cualquiera de sus descendientes hasta la décima generación (Deuteronomio 23:2,3) – a pesar de que estas personas de ninguna manera son culpables por su condición. Insiste en que las mujeres que menstrúan y los hombres que tienen sueños húmedos - procesos completamente normales y naturales - son "inmundos" y contaminan prácticamente todo lo que tocan (Levítico 15). Incluso prohíbe que las personas físicamente lisiadas o mutiladas se atrevan a hacer una ofrenda en el templo (Levítico 21:17-21, Deuteronomio 23:1), alegando que su mera presencia profanaría la santidad del altar.

Esta clase de fijación enfermiza en las funciones corporales y la apariencia física es muy extraña, por decirlo de alguna forma, en un dios infinito. Pero es más extraño aún que, en la persona de Jesús en el Nuevo Testamento, al parecer sufre un cambio de corazón y se olvide de todas aquellos reglamentos puritanos: declara limpios todos los alimentos (Marcos 7:14-19), se asocia libremente con leprosos, prostitutas, y personas de toda clase, e incluso permite que las personas con deformidades físicas sean partícipes en su plan de salvación.

Una vez más, la biblia no logra dejar en claro la motivación para un cambio tan dramático. Si la gente enferma o discapacitada no le molestaba tanto a Dios después de todo, ¿por qué instituyó esas normas excluyentes en primer lugar? Si él puede tocarlos (e incluso sanarlos) sin ser manchado, ¿por qué insistía tanto en excluirlos de los lugares sagrados en el Antiguo Testamento? ¿Cuál era el punto de prohibir ciertos alimentos que, al parecer, nunca fueron nocivos en absoluto?



Las obras del Mesías

La visión judaica del Mesías siempre ha sido muy diferente de la que los cristianos afirman que eventualmente llegó a cumplirse. El Antiguo Testamento muestra a este individuo como un rey (mortal) descendiente de la línea de David (Isaías 11:1), que reunirá todos los judíos en la tierra prometida (Isaías 11:11-12, Jeremías 23: 7-8), restablecerá la verdadera fe (Ezequiel 37:23-24), someterá a sus enemigos de una vez por todas (Ezequiel 34:28, Isaías 45:14, Isaías 49:22-23), reinará políticamente (Jeremías 23:5) un estado de Israel unificado como lo fue en tiempos de David y Salomón (Ezequiel 37:22), y marcará el comienzo de una era de paz mundial (Isaías 2:4, Miqueas 4:3).

Sobra decir que con Jesús no se cumplieron ninguna de estas cosas. No fue ninguna clase de gobernante - de hecho, enfatizó específicamente que su reino no es de este mundo (Juan 18:36). Tampoco logró restablecer el pueblo judío, todo lo contrario: varias décadas después de su muerte tuvo lugar la catastrófica guerra judía, en la que los romanos destruyeron el Segundo Templo, incendiaron Jerusalén, y dispersaron el pueblo judío por todo el mundo - un éxodo que habría de durar casi dos mil años; mucho más que cualquier otro exilio. Mucho menos restauró la fe prescrita en el Antiguo Testamento - de hecho, prácticamente derogó las leyes de Moisés (Lucas 16:16), hizo caso omiso de muchas de ellas y descartó algunas otras. Tampoco logro derrotar de forma permanente los enemigos de Israel: la fe que supuestamente fundó terminó persiguiendo a los Judíos más brutalmente que cualquiera de sus enemigos anteriores. No creó ningún estado unificado de Israel. Y el mundo ahora es al menos tan caótico como lo era en tiempos de Jesús.

Aparte de esta incoherencia general, hay otros versos que encajan aún peor con la creencia cristiana de que la venida de Jesús fue anunciada en el Antiguo Testamento. Aquí tenemos, por ejemplo, este verso:

"Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta." - Números 23:19

Y el más decisivo de todos:

"El profeta que tenga la presunción de pronunciar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado pronunciar, o que hable en nombre de dioses ajenos, ese profeta morirá.". Deuteronomio 18:20

A la luz del hecho de que Jesús sufrió exactamente el mismo destino que Dios había proferido sobre los falsos profetas, ¿sería justo por parte de Dios exigir que los judíos reconocieran a Jesús como el Mesías, so pena del tormento eterno? Hernán Toro lo expresa de una forma genial:

"Es que los Judíos no fueron capaces de ver que las promesas de un dios legislador de leyes eternas, que prohibía contacto con putas y traidores al estado de Israel, que prometió una restauración militar de su pueblo, y que señalaba con la muerte en un madero a quienes no venían de su parte, se cumplían obviamente en un individuo que derogaba sus leyes, que andaba con putas y traidores a Israel, que no mostró el menor interés en restaurar militarmente a su pueblo, y que murió crucificado."

La difusión de la Fe

Otro aspecto fundamental en el que difieren el Antiguo y el Nuevo Testamento. ¿Cómo debería propagarse la fe? El judaísmo jamás ha sido una religión misionera, en el Antiguo Testamento, este solía avanzar por conquista en vez de conversión. Según el A.T, Dios básicamente declaró que los Judíos eran su pueblo elegido, a quienes amaba más que cualquier otra raza de la Tierra (Deuteronomio 7:6, Amos 3:2) y a quienes habría de colmar con numerosos favores si cumplían fielmente su ley. Desde el principio del antiguo testamento dejó muy claro que los judíos iban a ser los dueños de la tierra de Canaán (la famosa tierra prometida), y que cuando entraran en ella habrían de exterminar inmisericordemente a todos sus habitantes (Deuteronomio 7:2) – al parecer no se hizo excepción para cualquiera que estuviera dispuesto a convertirse. El dios del antiguo testamento prohíbe los matrimonios entre israelitas y cualquier otro pueblo (Deuteronomio 7:3), e incluso figuran en su “lista negra” grupos específicos de personas con las que mantendría una guerra perpetua y a quienes nunca les permitiría unirse a su alianza (Deuteronomio 23:3, Éxodo 17:16). El mismo tema se repite en todo el Antiguo Testamento: los israelitas como un pueblo especial, santificado por Dios y casi apartados del mundo, y todas las demás razas como idolatras inferiores que deberán ser erradicados, o como mínimo, expulsados de sus tierras.

El cristianismo, por el contrario, es en gran medida una religión evangelizadora. En el Nuevo Testamento, la idea de un pueblo elegido fue descartada y en su lugar Dios acepta a cualquiera, de cualquier nación, que se muestre dispuesto a seguirlo (Hechos 10:34-35). Los cristianos tienen la obligación moral de trabajar activamente para convertir a otros (Mateo 28:19). En lugar de conquistar la tierra y sacar a los infieles a la fuerza, el cristianismo envisiona una conversión que tiene lugar en el ámbito personal; y en lugar de establecer un reino físico donde la única ley vigente sea la ley de Dios, como vaticina el Antiguo Testamento, el NT enseña que el reino de Dios es algo de carácter interno y subjetivo (Lucas 17:21). Una vez más, las razones de este dramático cambio de enfoque nunca se explican en la Biblia.

La Naturaleza de la otra vida

En el Nuevo Testamento, uno de los pilares fundamentales de la enseñanza de Jesús es la existencia del más allá: el pecado, la muerte, el juicio son aspectos centrales de su plan de salvación. También se enfatiza la existencia de un cielo en donde los justos serán recompensados eternamente (Mateo 25:46, Lucas 16:25, Lucas 23: 43, Juan 14:2, Apocalipsis 7:15-17), y un infierno en donde los impíos serán víctimas de grandes tormentos (Mateo 7:13-14, Mateo 11:23, Mateo 13:41-42, Lucas 3:17, Lucas 12:5, Juan 15:6).

Sin embargo, es sorprendente notar que el antiguo testamento no tiene nada comparable. En lo que respecta al antiguo testamento, la vida después de la muerte es irrelevante, y no hay versos en el AT que puedan ser interpretados como enseñando algo acerca de la naturaleza de la otra vida. De hecho, hay varios textos que parecerían enseñar lo contrario: que la muerte es definitiva y que no existe un después.

“porque en la muerte no hay memoria de ti; en el seol, ¿quién te alabará? - Salmos 6:5

" Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido". - Eclesiastés 9:5

" Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas, porque en el seol, adonde vas,no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría". - Eclesiastés 9:10

" Pues el seol no te exaltará ni te alabará la Muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán en tu verdad". - Isaías 38:18

Además de esto, llama la atención que el dios del A.T nunca amenaza con castigar o promete recompensar a nadie más allá de la muerte. Incluso los capítulos que hacen una lista exhaustiva de los terribles castigos que Dios enviará a quienes rompen sus leyes no mencionan el infierno en absoluto. De la misma forma, los versos que mencionan muchas de las grandes recompensas que Dios tiene para sus fieles olvidan hacer cualquier mención de una recompensa celestial o más allá de la tumba. Véase, por ejemplo, el capítulo 28 de Deuteronomio, que describe de forma detallada tanto las bendiciones que tiene Dios para quien le obedece como las maldiciones que caerán sobre quien no lo haga. Sin embargo, el autor de alguna manera olvidar mencionar la mayor bendición y la peor maldición respectivamente. Dado que cualquier castigo terrenal es, literalmente, insignificante en comparación con el infinito castigo del infierno, ¿cómo puede Dios haberlo dejado fuera de su repertorio? La explicación más lógica es que los conceptos de cielo y el infierno no existían en la religión judía hasta los tiempos del nuevo testamento, cuando fue insertado en el canon por los escritores cristianos tardíos.

La Trinidad

La Trinidad es un concepto totalmente ajeno al pensamiento judío. Este concepto teológico - la división de la antigua deidad unificada en Padre, Hijo y Espíritu Santo – no aparece hasta mucho más tarde, el momento en que se forma el canon del Nuevo Testamento. Y ningún verso en el Antiguo Testamento anticipa una revelación tan sorprendente, de hecho, hay versos que incluso parecerían negarla de plano:

«Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un Dios." - Deuteronomio 6:4

" Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo.". - Deuteronomio 32:39 (comparar especialmente con Juan 1:1)

"Yo soy Dios, y no hay ninguno más, yo soy Dios, y no hay ninguno como yo." - Isaías 46:9

Aunque los apologistas cristianos aseguran que la doctrina de la Trinidad puede acomodarse de alguna forma a estos versos (Dios es uno y trino a la vez, dicen), no se puede negar que el potencial para un malentendido es evidente. En lugar de afirmar su unidad durante milenios y de repente decirle a su pueblo que crea en algo diferente, ¿por qué no afirmó ser un dios trino desde el principio? Algunos cristianos dicen que Dios no quería confundir el estricto monoteísmo Israelita con un misterio como la trinidad ¿Pero no es acaso más confuso negarse a decirles sobre esto durante tanto tiempo y afirmar la trinidad de repente? Muchos judíos rechazan el cristianismo porque perciben la trinidad como politeísta. Lo más probable es que la Trinidad fuera inventada más tarde por los cristianos en respuesta a la necesidad de una estructura teológica que se acomodara a sus creencias sobre la divinidad de Jesús.

El plan de salvación

El camino a la salvación que presenta el antiguo testamento es relativamente simple. Dios nos presenta una larga lista de reglas: como debemos vestirnos, que comidas y bebidas debemos evitar, cuales días no podemos trabajar, como debemos sacrificar animales, y así sucesivamente. Aquellos que obedecen fielmente dichas leyes reciben la bendición del dios del A.T; quienes no, se exponen a recibir sus innumerables castigos.

Sin embargo, en cuanto aparece Jesús, todo este sistema es dejado de lado. Solo para poner unos ejemplos: hace caso omiso de la ley acerca de no trabajar el sábado (Lucas 13:10-14, Juan 5:18), afirma que el amor a Dios y el amor al prójimo es más importante que cualquier número de sacrificios (Marcos 12:33), contradice la ley acerca del lavado ritual de las manos (Mateo 15:19-20), y dice que las leyes dietéticas (kosher) son inútiles, porque la comida no puede contaminar al hombre (Marcos 7:18). Como creen la mayoría de los cristianos, Jesús sustituyó algo muy diferente en lugar de las antiguas leyes: un sistema en el que la redención viene sólo a través de una transformación por la fe que se da a nivel personal, en lugar de la obediencia estricta a un conjunto rígido de normas. En el sistema de Jesús, "Amar a Dios" y "Amar al prójimo" son los dos mandamientos más importantes, y al parecer los únicos cuya obediencia debemos procurar en todo momento.

Sin embargo, si el sistema de Jesús era mejor, ¿por qué Dios no lo instituyó en primer lugar? ¿Cuál era el punto de crear todas esas leyes en el judaísmo para luego descartarlas tan solo unos pocos milenios después? Jesús dijo que sus dos mandamientos son los más importantes - así que ¿por qué no están incluidos en los diez mandamientos? ¿Por qué dar a Moisés el tan famoso decálogo cuando aquellos dos hubiesen sido suficientes?

Se pone peor para las creencias cristianas. Después de instituir cada uno de los mandamientos, el Antiguo Testamento repite el mantra: " esto mandó Jehová que los hijos de Israel les dieran, como estatuto perpetuo para sus generaciones, desde el día que él los ungió" (Levítico 7:36, 10:9, 23:14, 23:31, 23:41; véase también Números 10:8; 18:23). No sólo el Antiguo Testamento no da ningún indicio de que su pacto podría ser revocado o sustituido por otro, si no que dice claramente que estas leyes estarán en efecto para siempre.

Conclusión

Los judíos, que de por sí niegan la inspiración divina del Nuevo Testamento, no tendrán dificultad alguna con este ensayo. Los problemas surgen cuando uno intenta afirmar, como lo hace el cristianismo, que ambas partes de la Biblia fueron inspiradas por el mismo dios. Cuando analizamos al cristianismo tomando en cuenta todas las escrituras, el patrón que emerge es uno fracturado y sumamente incoherente. El Dios que representa oscila entre los extremos de un amor misericordioso y de una furia cósmica. Un dios que hace promesas detalladas en una ocasión y, a continuación cambia de parecer y los reemplaza con algo completamente diferente e inesperado. Lejos de presentar una “asombrosa unidad” como alegan los cristianos, la biblia presenta dos cosmovisiones conflictivas cuyos choques se manifiestan en numerosos lugares. A no ser que uno crea que Dios sufre de algún tipo de trastorno de personalidad múltiple, la única conclusión razonable es que, como una extensión lógica a la revelación del antiguo testamento, el nuevo testamento sencillamente no funciona.

No hay comentarios: