«Así como la mariposa Caligo extiende sus alas cuando se le acerca su ave predadora para no ser devorada por ella, así también nosotros debemos extender los brazos en cruz para no ser devorados por los sacerdotes.» Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión.
El pasado día 17 de febrero de 2008 recibí un e-mail del servicio de alertas de Google con un enlace a la pagina de Internet de la cadena de radio COPE, que hacia referencia a una declaraciones de Gustavo Bueno a Popular TV, en la cabecera decía: «Como ateo me parece absurdo que se retiren los crucifijos». La noticia iba acompañada del enlace a la entrevista donde se habían hecho tales declaraciones, el entrevistador ponía cara de estar deseando en aquel momento estar retransmitiendo en directo el paso de un huracán en EEUU a 500 metros de sus narices antes que entrevistar a aquel personaje que parecía tener más fuerza que ese huracán. Las declaraciones a que me refiero decían cosas como esta: «El crucifijo –afirma uno de los más reputados pensadores españoles– es un símbolo histórico, teológico y artístico que forma parte de nuestra cultura. Quitar el crucifijo es quitarse el vestido. Los que lo defienden son unos indoctos. El que haya leído no a Santo Tomás sino a Hegel, sabe que el crucifijo no se puede quitar.»
Vaya por delante que me considero un indocto, no solo por no leer a Hegel o Santo Tomás, sino porque pienso que comparados con Bueno la mayoría de los mortales de este planeta son unos indoctos.
Estas declaraciones han venido acompañadas de dos textos relacionados con el tema, por una parte la colaboración de Bueno: «¡Dios salve la razón!», al libro Dios salve la razón, Encuentro Ediciones (agradezco muy especialmente a Juan Carlos Paredes Zubeldía por informarme de la existencia del mismo y recomiendo la visita a su blog http://paredesz.blogspot.com/). Y el texto de Javier Pérez Jara, «Europa y cristianismo: análisis del surgimiento del fenómeno cultural cristiano y su desarrollo histórico», publicado en El Basilisco, nº 39 (se agradece el reconocimiento a la importancia de las aportaciones de Gonzalo Puente Ojea al estudio del cristianismo).
El punto clave de la cuestión (bajo mi indocto punto de vista) se puede resumir en esta frase que aparece en la pág. 377 del libro de Bueno, La fe del ateo:
«Dada la situación efectiva de la Humanidad, transcurrido el segundo milenio del cristianismo, puede decirse que los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo; por consiguiente se hace preciso evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes.»
El Estado laico es rechazado en la pág. 372:
«Ahora bien, desde una metodología materialista, el Estado carece de sentido al margen de su materia, representada entre otras cosas por la sociedad civil. Según esto, la definición laica del Estado no puede tomarse como una definición real, sino puramente nominal e ideológica, porque si la sociedad civil es religiosa, y vinculada a una religión que exige publicidad y propaganda fide, entonces el Estado laico sólo podrá ser reconocido, por el materialismo, como una superestructura jurídica, una ficción creada por el formalismo que supone la realidad de una sociedad política laica, aun cuando de hecho se manifiesta continuamente su condición religiosa en mil formas (templos, procesiones públicas, ritos de paso, establecimientos de enseñanza).»
Javier Pérez Jara profundiza un poco más y dice en la pág. 65 de su artículo:
«El materialismo filosófico, por tanto, no podrá estar de acuerdo con el laicismo en “sentido débil” (parejo a la ideología de la “neutralidad estatal”, las religiones como meros fenómenos privados o al agnosticismo positivo “que ni afirma ni niega”), sino más bien con el Estado laico “en sentido fuerte”, es decir, con el Estado ateo, o al menos racionalista, que no sólo no prescinde del estudio de las religiones, sino que a través de la instauración del estudio sistemático histórico, antropológico y filosófico de las religiones, es decir a través de la instauración en los planes de estudio de una Filosofía de la Religión de sesgo materialista nutrida de los contenidos positivos de la Antropología Cultural, la Historia, la Sociología, &c., puede ofrecer una visión crítica y sistemática de la génesis y evolución de las religiones, así como una trituración de sus elementos más irracionales, mitológicos o arcaicos.»
En la pág. 64 expresa una idea también repetida a veces:
«…ante las religiones o se está a favor o se está en contra…»
Cabría preguntar entonces ¿el materialismo filosófico, esta a favor o esta en contra de las religiones? Es decir, en este supuesto Estado ateo, ¿qué se haría con los curas y los templos?, ¿se metería los curas en la cárcel y se destruirían los templos?, ¿se transformarían los templos en delegaciones de la Fundación Gustavo Bueno donde poder impartir la asignatura de Filosofía de la Religión de sesgo materialista y se obligaría a los curas a asistir a esas clases? o ¿se daría un ministerio a Rouco Varela en premio por el esplendor pasado de la filosofía escolástica?
Uno de los motivos que parecen mover a Gustavo Bueno a estas posiciones es el temor al fanatismo islámico, pero bajo mi punto de vista, lo que tiene que hacer para luchar más eficazmente contra ese miedo no es pedir que se mantengan los crucifijos de las escuelas, lo que tiene que pedir es que aumente el presupuesto del Ministerio de Defensa, de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y del CNI, ¿o es que piensa que si nos intentan invadir los musulmanes, los curas se organizaran en batallones y con el crucifijo en la mano saldrán a la defensa de nuestra querida patria?
En la cita de la pág. 377 se hace un salto muy curioso, se dice que si los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo, hay que evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes. Dado que en España no hay gobierno ateo y la religión elegida mayoritariamente es el catolicismo, ¿quiere esto decir que España se organiza socialmente bajo principios católicos?
Yo creía que nos organizábamos bajo los principios de la constitución de 1978 y no bajo el catecismo. En la nota de la pág. 372, dice «…si la sociedad civil es religiosa…». Yo me pregunto, ¿es la sociedad civil de la España actual religiosa? Veamos el barómetro del CIS de noviembre de 2008.
«Pregunta 42. ¿Cómo se define usted en materia religiosa: católico, creyente de otra religión, no creyente o ateo? Católico 73,7%, creyente de otra religión 1,9%, no creyente 15,9%, ateo 7%, N.C. 1,4%.
Pregunta 42-A. ¿Con que frecuencia asiste usted a misa u otros oficios religiosos, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social, por ejemplo, bodas, comuniones o funerales? Casi nunca 54,8%, varias veces al año 15,6%, alguna vez al mes 11,8%, casi todos los domingos y festivos 14,4%, varias veces a la semana 2,4%, N.C. 1%.»
Si hacemos números y partimos de una población de España de 46 millones de habitantes en números redondos tenemos, la suma de creyentes sería 34.776.000, pero si quitamos a los que no van casi nunca o alguna vez al año a los oficios religiosos y a los que no contestan nos quedan 9.945.936 que es cifra similar a la suma de no creyentes y ateos que son 10.534.000. Por lo tanto, se podría decir que una parte de la sociedad civil es religiosa, pero no toda la sociedad civil.
El propio Gustavo Bueno reconoce en su artículo «La influencia de la religión en la España democrática», editado en 1994 en el libro La influencia de la religión en la sociedad española, pág. 71:
«Los confesionarios, los seminarios y los templos han quedado prácticamente vacíos (aún cuando en algunas ciudades, el 15% de la población que sigue yendo a misa los domingos sea suficiente –teniendo en cuenta el incremento demográfico– para mantener la apariencia de la iglesia llena en misa de doce).»
Hay dos datos muy significativos que están más allá de las encuestas, primero, la Iglesia católica ha sido incapaz de autofinanciarse con las aportaciones de sus fieles y segunda, en España se han elegido desde la muerte de Franco dos presidentes agnósticos. Cosas incompatibles con una supuesta sociedad civil verdaderamente religiosa.
Dice en La fe del ateo pág. 155: «Un gobierno realista podrá ser confesional, o antirreligioso, pero no neutral o laico.»
No puedo imaginar un disparate antieutáxico más grande, se imagina alguien que ganando el PP las próximas elecciones, las primeras medidas que tomara fueran: prohibir el divorcio, el aborto, los métodos anticonceptivos, hacer obligatoria la enseñanza de la religión, &c. O que el PSOE al renovar el poder, cerrase las iglesias, prohibiera las procesiones, &c.
El propio Bueno reconoce en el artículo antes citado de «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 52:
«Fue la misma imprudente política anticlerical de los gobiernos republicanos, muy poco maquiavélicos, uno de los principales desencadenantes de la reacción integrista promovida, sobre todo, por un clero acosado durante los años 30.»
Lo eutáxico en la situación actual es el Estado neutral, llámele laico o aconfesional. Porque la guerra no va con la parte religiosa de la sociedad civil (dice Bueno en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 76: «Sin embargo, los católicos que han aceptado las reglas democráticas –prácticamente, la totalidad– aceptan también gustosos la concepción de la religión como cultura…»), sino con la organización eclesial, ávida de no perder más poder, pues esto y no otra cosa significa para ellos quitar el crucifijo de los lugares públicos.
Dice Pérez Jara en la página 64 de su artículo:
«…el llamado laicismo, cuando es entendido al modo light ( por ejemplo por la gran mayoría de nuestros políticos e ideólogos actuales) como un “mantenerse al margen” de las religiones, o ser “neutro” ante ellas, reservando las creencias religiosas, si las hay, para el ámbito de lo “privado”, pero excluyéndolas del ámbito de lo “público”, es una posición contradictoria, porque ante las religiones (que son esencialmente, desde un punto de vista antropológico, públicas, como vemos en el cristianismo y el Islam, ambos asociados al proselitismo, y por tanto a la “propaganda pública” de sus dogmáticas y sacramentos)…»,
y esto lo dice poco después de hablar en la pág. 60 de la pérdida de poder de la Iglesia católica.
Un Estado (laico, neutro o aconfesional) que consiguiera reducir al ámbito de lo privado el hecho religioso, ni seria neutro ni se mantendría al margen de las religiones, por que eliminar los crucifijos de los sitios públicos estatales, regular las procesiones, impedir que suenen las campanas de los templos para llamar a los fieles a la misa, no seria neutralidad, seria seguir quitando poder a la Iglesia católica, o ajustando ese poder hacia los que voluntariamente quieren aceptarlo, o sea sus fieles, no a toda la población.
Esa es la lucha que parecen no ver desde el Materialismo Filosófico. Dice Bueno en El sentido de la vida, pág. 291:
«La Iglesia católica ha tolerado el islamismo, o ha tolerado el darwinismo, o ha tolerado el socialismo precisamente cuando estos movimiento se han impuesto en virtud de su propia fuerza.»
Y dice también Bueno en Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, pág. 37:
«Esta sería la dialéctica de la historia actual de la Iglesia Romana: que tanto los que en su seno piden la integral conservación, como los que piden la renovación, tienen motivos de prudencia equivalentes y bien fundados. Solo que los motivos de los integristas (para decirlo al modo escolástico) se fundan en la esencia de la Iglesia, mientras que los motivos de los renovadores se fundan en su propia existencia. Aquellos dirán que mantener en la existencia una institución “desvirtuada”, que va perdiendo sus esencias más puras, es una traición; y éstos, que pretender mantener unas esencias que comportan necesariamente la progresiva extinción, la inexistencia más o menos próxima, es tanto como mantener una utopía, una esencia que no existe en ninguna parte.»
Estoy seguro que a la Iglesia aun le queda mucha capacidad de adaptación y por mantener su existencia pueden dejar de ser tan publicas y tan propagandistas como lo son ahora.
Se menciona en la cita de la pág. 372 de La fe del ateo, «de hecho se manifiesta continuamente su condición religiosa en mil formas (templos, procesiones públicas, ritos de paso, establecimientos de enseñanza)».
¿Qué templos?, ¿los templos vacíos que mencionaba antes?
¿Qué procesiones?, ¿las que cita en la pág. 80 de «La influencia de la religión en la España democrática», donde dice: «las romerías de la Virgen del Rocío se alimentan de intereses sociales no religiosos, cerca de los que mueven el creciente interés por la ópera en otras capas sociales: pero es la religión, por no decir el fetichismo, el cauce que lo canaliza»?
¿Qué ritos de paso?, ¿esos que comenta en «La influencia de la religión en la España democrática», donde dice:
«Especialmente importante fue este proceso de impregnación aplicado a los “ritos de paso”, sobre los cuales la Iglesia católica mantenía un control mayoritario, a pesar de que, durante la República, importantes sectores de la población (sobre todo urbana) se había liberado del control eclesiástico.» «Durante el nacional-catolicismo, sencillamente, el ceremonial católico, en estos ritos de paso, se hizo prácticamente obligatorio para todos los españoles.» «No es nada fácil conseguir de la noche a la mañana, incluso suponiendo que se desee, el recambio, de instituciones tan arraigadas como las del bautismo, la primera comunión, la boda por la iglesia y el funeral católico.»
En esa guerra se está en la actualidad y la retirada de los crucifijos es una batalla más. En la que Gustavo Bueno desde el bando ateo (para mi el ateísmo «teórico» de Bueno es el más sutil, interesante y elaborado de cuantos conozco, no así su ateísmo «práctico» tal como intento demostrar en este artículo) parece haber construido una tercera postura. La primera postura correspondería al clero que aboga naturalmente por el mantenimiento y extensión de su «marca de empresa» (Bueno llega a decir en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 65, sobre la Iglesia católica: «ella se ha convertido en una agencia de servicios»).
La segunda postura sería la de los ateos-materialistas-indoctos que hacen el siguiente razonamiento, el crucifijo representa al hijo de Dios que resucitó, si Dios no existe no puede tener hijos y para un sistema materialista la resurrección es imposible, por lo tanto, es un símbolo falso que solo debe estar en los sitios donde se aceptan esas mentiras como verdades.
La tercera postura, la del propio Bueno, que siendo ateo defiende el crucifijo para que no pongan en su lugar la media luna.
No es sólo en esta cuestión de los crucifijos donde Bueno se ha alineado con el catolicismo, dice en su libro Zapatero y el pensamiento Alicia, pág. 305, al respecto de los matrimonios homosexuales:
«incoherencia y sinsentido de un “orgullo democrático” ante situaciones en las que un Pueblo que mayoritariamente asume las normas del matrimonio romano (y luego cristiano) deja pasar, sin embargo, una ley que mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias; un Pueblo que, si tuviera un orgullo democrático auténtico, debiera haberse plantado ante un gobierno formado por un atajo de ideólogos indoctos e irresponsables, que deciden, en nombre de un progresismo que les da miles y miles de votos, destruir las bases de una sociedad milenaria y plantear más problemas para el futuro de los que puede resolver en el presente inmediato.»
¿Por qué el matrimonio homosexual «mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias» y por ejemplo el celibato y el voto de castidad de los curas no?
Dice Bueno en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 55:
«La confesión auricular tenía como condición el celibato del confesor, puesto que solo a alguien que por su situación se mantenía al margen de la familia…»
Qué hubiera ocurrido si en un momento determinado del curso histórico de una sociedad, todos sus miembros decidiesen hacerse curas y monjas, que esa sociedad se quedaría sin familias, después, la sociedad misma desaparecería.
Como ateo también apuesto por un Estado ateo y racionalista, pero en la España actual eso es una utopía antieutáxica, por lo tanto mi segunda opción no es ninguna «confesión religiosa realmente existente» que me tolere como ateo de alguna forma (como una limosna), si no puede haber un Estado ateo y racionalista prefiero un Estado neutro, aconfesional o laico. Que regule a creyentes y no creyentes, de tal forma que se asegure de forma legal (no como limosna) la recurrencia de los ateos en el tiempo.
Lo eutáxico en la España actual es trabajar por un modelo de Estado que tenga en cuenta a esos diez millones de ciudadanos de cada bando, de tal forma que todos podamos vivir y convivir. De hecho se da una situación próxima a esto, hoy en día en España tanto un católico como un ateo pueden vivir unas vidas dentro de su «modelo de mundo». Un católico puede bautizar a sus hijos, ir a misa diaria, dar a sus hijos una educación católica, vivir sin divorciarse, sin abortar sin usar anticonceptivos, casarse por la iglesia y ser enterrados por un cura. El ateo puede hacer todo lo contrario. El problema viene cuando la jerarquía católica quiere imponer su modelo de vida al resto de personas de la sociedad, una jerarquía que nunca entenderá que la existencia de una ley del divorcio no obliga a nadie a divorciarse.
Esto supone un reajuste de determinadas prerrogativas de la Iglesia católica, lo que desde luego no implica su desaparición. Seria también importante que los dos grandes partidos aceptaran ese modelo neutral. A partir de ese punto la guerra se tiene que dar en otros ámbitos, en la divulgación de las respectivas ideas en los medios de comunicación, periódicos, revistas, Internet, radio, televisión, autobuses, &c. Lo que propiciaría o no un trasvase de un bando a otro.
La lista de los reajustes puede ser muy larga, pero un criterio puede ser este, todo aquello particular que invada el espacio general debería ser regulado, empezando por los crucifijos en los lugares públicos dependientes del Estado. La bandera si es un símbolo de todos, el crucifijo no.
Habría que regular cosas como el tocar las campanas para ir a misa, en este caso para prohibirlo.
La presencia de curas militares en el ejercito, no se como esta el tema actualmente, cuando yo hice la mili en los años 1982-1983, el primer domingo de estar allí, preguntaron quien quería ir a misa, la mayoría no quiso ir, cuando marcharon los que si querían ir, a los que nos quedamos nos pusieron a limpiar toda la mañana las dependencias, no hace falta decir que al domingo siguiente todos fuimos a misa. Este es el típico comportamiento clerical que hay que eliminar.
La enseñanza de la religión en los colegios, es otro tema a regular, no me importa que se de en los colegios públicos siempre que sea voluntario y que las asignaturas alternativas no las decida la jerarquía católica, tampoco me importa que den notas si con esto creen que se tomaran la asignatura mas en serio.
Un Estado laico no tiene porque prescindir del estudio de las religiones. El propio Bueno lo dice en la pág. 76 de «La influencia de la religión en la España democrática»:
«Los poderes públicos agnósticos podrían también propiciar la enseñanza crítica de la religión, en la forma de una Historia de las religiones comparadas.»
Esta podría ser una buena asignatura alternativa a la religión católica y también con nota.
Sobre el tema de la financiación de la Iglesia católica por el Estado (visto que no ha logrado su autofinanciación) me remito a la interesantísima cuestión 10ª de Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, titulada «El impuesto religioso» (¿De verdad cree Gustavo Bueno que si alguno de los entrevistadores de la emisoras procatólicas –a los que presuponemos muy afines a esa fe– hubiese leído la parte de ese texto donde habla del ortograma «resurrección de la carne», le hubiera entrevistado sin sentir repugnancia?).
Veinte años han transcurrido desde que se editó aquel libro y hoy cabe preguntarse: ¿el Estado todavía no puede considerar ajena a la Iglesia católica?, a pesar del tiempo que lleva la jerarquía mordiendo la mano que le da de comer.
Un ejemplo surrealista de hasta donde la Iglesia percibe su poder lo encontramos en este texto que pudimos leer en el periódico El Mundo del pasado 30 de noviembre de 2008:
«La festividad del domingo es de origen religioso, así como las vacaciones de Semana Santa o Navidad. Igual sucede con una altísima proporción de denominaciones de personas. Repárese que tanto el presidente del Gobierno como el Rey –y millones de españoles– tienen nombres, no de uno, sino nada menos que de cuatro santos: José Luis y Juan Carlos. Llevando al extremo la sentencia del juez de Valladolid pudiera ocurrir que alguien pidiera la abolición de las festividades mencionadas (con el consiguiente trastorno para legítimos intereses sindicales) o una legislación de Registro Civil que vetara la inscripción de nombres de mujeres o varones con reminiscencias religiosas (con la consiguiente lesión de tradiciones familiares muy arraigadas). Tendríamos un problema, ciertamente.» (del artículo «Ni prudente ni proporcional» de Rafael Navarro-Valls.)
Es otra típica actitud clerical, de limosna y de soberbia.
¿No estaremos ante un caso de «falsa conciencia» por parte de Gustavo Bueno, de pérdida de su capacidad correctora de errores?
No sé si Bueno es consciente de que su imagen de prestigio (indiscutible) está siendo utilizada por determinados medios de comunicación cercanos a la jerarquía católica (hay que recordar que los ateos no tenemos jerarquía) como cuando un circo presentaba la mujer barbuda o el niño lagarto («¡Pasen y vean, el ateo que defiende los crucifijos!») cuando los católicos de base no lo van a entender (dice Pérez Jara en su artículo, pág. 64: «“Analfabetismo” de la mayoría de los creyentes “populares”») y a la jerarquía católica le trae sin cuidado sus argumentos pues no deja de ser un ateo. Solo le interesa que defienda sus posiciones y por eso se le da publicidad.
¿O es que olvida Gustavo Bueno que si la Iglesia católica recuperase el poder perdido en épocas pasadas, le quemarían a usted y a sus libros en la hoguera? Quizás le consuele pensar que este método es mas racional y escolástico que su homologo islámico.
«La sistemática eliminación (incluyendo aquí la eliminación por la muerte o la hoguera) de quienes aportan “materiales” inasimilables o “conflictivos” al sistema de ortogramas dominantes es la causa principal del embotamiento dialéctico y la ocasión para el florecimiento de una frondosa red de recubrimientos apologéticos destinados a desviar los conflictos fundamentales hacia otros conflictos secundarios. La impermeabilidad hace posible el incremento eventual de una certeza o seguridad puramente subjetiva que conduce ordinariamente a la ingenua aceptación, como si fuera la única opción posible, de las propias construcciones ideológicas. La falsa conciencia termina convirtiéndose así en un aparato aislante del mundo exterior (del mundo social, no solamente individual) y su función está subordinada a los límites dentro de los cuales el aislamiento puede resultar ser beneficioso, hasta tanto no alcance un “punto crítico”. Pero en general, cabe afirmar que, cuanto mayor sea el grado de una falsa conciencia, tanto mayor será la evidencia subjetiva, aunque no siempre recíprocamente.» Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión.
El pasado día 17 de febrero de 2008 recibí un e-mail del servicio de alertas de Google con un enlace a la pagina de Internet de la cadena de radio COPE, que hacia referencia a una declaraciones de Gustavo Bueno a Popular TV, en la cabecera decía: «Como ateo me parece absurdo que se retiren los crucifijos». La noticia iba acompañada del enlace a la entrevista donde se habían hecho tales declaraciones, el entrevistador ponía cara de estar deseando en aquel momento estar retransmitiendo en directo el paso de un huracán en EEUU a 500 metros de sus narices antes que entrevistar a aquel personaje que parecía tener más fuerza que ese huracán. Las declaraciones a que me refiero decían cosas como esta: «El crucifijo –afirma uno de los más reputados pensadores españoles– es un símbolo histórico, teológico y artístico que forma parte de nuestra cultura. Quitar el crucifijo es quitarse el vestido. Los que lo defienden son unos indoctos. El que haya leído no a Santo Tomás sino a Hegel, sabe que el crucifijo no se puede quitar.»
Vaya por delante que me considero un indocto, no solo por no leer a Hegel o Santo Tomás, sino porque pienso que comparados con Bueno la mayoría de los mortales de este planeta son unos indoctos.
Estas declaraciones han venido acompañadas de dos textos relacionados con el tema, por una parte la colaboración de Bueno: «¡Dios salve la razón!», al libro Dios salve la razón, Encuentro Ediciones (agradezco muy especialmente a Juan Carlos Paredes Zubeldía por informarme de la existencia del mismo y recomiendo la visita a su blog http://paredesz.blogspot.com/). Y el texto de Javier Pérez Jara, «Europa y cristianismo: análisis del surgimiento del fenómeno cultural cristiano y su desarrollo histórico», publicado en El Basilisco, nº 39 (se agradece el reconocimiento a la importancia de las aportaciones de Gonzalo Puente Ojea al estudio del cristianismo).
El punto clave de la cuestión (bajo mi indocto punto de vista) se puede resumir en esta frase que aparece en la pág. 377 del libro de Bueno, La fe del ateo:
«Dada la situación efectiva de la Humanidad, transcurrido el segundo milenio del cristianismo, puede decirse que los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo; por consiguiente se hace preciso evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes.»
El Estado laico es rechazado en la pág. 372:
«Ahora bien, desde una metodología materialista, el Estado carece de sentido al margen de su materia, representada entre otras cosas por la sociedad civil. Según esto, la definición laica del Estado no puede tomarse como una definición real, sino puramente nominal e ideológica, porque si la sociedad civil es religiosa, y vinculada a una religión que exige publicidad y propaganda fide, entonces el Estado laico sólo podrá ser reconocido, por el materialismo, como una superestructura jurídica, una ficción creada por el formalismo que supone la realidad de una sociedad política laica, aun cuando de hecho se manifiesta continuamente su condición religiosa en mil formas (templos, procesiones públicas, ritos de paso, establecimientos de enseñanza).»
Javier Pérez Jara profundiza un poco más y dice en la pág. 65 de su artículo:
«El materialismo filosófico, por tanto, no podrá estar de acuerdo con el laicismo en “sentido débil” (parejo a la ideología de la “neutralidad estatal”, las religiones como meros fenómenos privados o al agnosticismo positivo “que ni afirma ni niega”), sino más bien con el Estado laico “en sentido fuerte”, es decir, con el Estado ateo, o al menos racionalista, que no sólo no prescinde del estudio de las religiones, sino que a través de la instauración del estudio sistemático histórico, antropológico y filosófico de las religiones, es decir a través de la instauración en los planes de estudio de una Filosofía de la Religión de sesgo materialista nutrida de los contenidos positivos de la Antropología Cultural, la Historia, la Sociología, &c., puede ofrecer una visión crítica y sistemática de la génesis y evolución de las religiones, así como una trituración de sus elementos más irracionales, mitológicos o arcaicos.»
En la pág. 64 expresa una idea también repetida a veces:
«…ante las religiones o se está a favor o se está en contra…»
Cabría preguntar entonces ¿el materialismo filosófico, esta a favor o esta en contra de las religiones? Es decir, en este supuesto Estado ateo, ¿qué se haría con los curas y los templos?, ¿se metería los curas en la cárcel y se destruirían los templos?, ¿se transformarían los templos en delegaciones de la Fundación Gustavo Bueno donde poder impartir la asignatura de Filosofía de la Religión de sesgo materialista y se obligaría a los curas a asistir a esas clases? o ¿se daría un ministerio a Rouco Varela en premio por el esplendor pasado de la filosofía escolástica?
Uno de los motivos que parecen mover a Gustavo Bueno a estas posiciones es el temor al fanatismo islámico, pero bajo mi punto de vista, lo que tiene que hacer para luchar más eficazmente contra ese miedo no es pedir que se mantengan los crucifijos de las escuelas, lo que tiene que pedir es que aumente el presupuesto del Ministerio de Defensa, de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y del CNI, ¿o es que piensa que si nos intentan invadir los musulmanes, los curas se organizaran en batallones y con el crucifijo en la mano saldrán a la defensa de nuestra querida patria?
En la cita de la pág. 377 se hace un salto muy curioso, se dice que si los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo, hay que evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes. Dado que en España no hay gobierno ateo y la religión elegida mayoritariamente es el catolicismo, ¿quiere esto decir que España se organiza socialmente bajo principios católicos?
Yo creía que nos organizábamos bajo los principios de la constitución de 1978 y no bajo el catecismo. En la nota de la pág. 372, dice «…si la sociedad civil es religiosa…». Yo me pregunto, ¿es la sociedad civil de la España actual religiosa? Veamos el barómetro del CIS de noviembre de 2008.
«Pregunta 42. ¿Cómo se define usted en materia religiosa: católico, creyente de otra religión, no creyente o ateo? Católico 73,7%, creyente de otra religión 1,9%, no creyente 15,9%, ateo 7%, N.C. 1,4%.
Pregunta 42-A. ¿Con que frecuencia asiste usted a misa u otros oficios religiosos, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social, por ejemplo, bodas, comuniones o funerales? Casi nunca 54,8%, varias veces al año 15,6%, alguna vez al mes 11,8%, casi todos los domingos y festivos 14,4%, varias veces a la semana 2,4%, N.C. 1%.»
Si hacemos números y partimos de una población de España de 46 millones de habitantes en números redondos tenemos, la suma de creyentes sería 34.776.000, pero si quitamos a los que no van casi nunca o alguna vez al año a los oficios religiosos y a los que no contestan nos quedan 9.945.936 que es cifra similar a la suma de no creyentes y ateos que son 10.534.000. Por lo tanto, se podría decir que una parte de la sociedad civil es religiosa, pero no toda la sociedad civil.
El propio Gustavo Bueno reconoce en su artículo «La influencia de la religión en la España democrática», editado en 1994 en el libro La influencia de la religión en la sociedad española, pág. 71:
«Los confesionarios, los seminarios y los templos han quedado prácticamente vacíos (aún cuando en algunas ciudades, el 15% de la población que sigue yendo a misa los domingos sea suficiente –teniendo en cuenta el incremento demográfico– para mantener la apariencia de la iglesia llena en misa de doce).»
Hay dos datos muy significativos que están más allá de las encuestas, primero, la Iglesia católica ha sido incapaz de autofinanciarse con las aportaciones de sus fieles y segunda, en España se han elegido desde la muerte de Franco dos presidentes agnósticos. Cosas incompatibles con una supuesta sociedad civil verdaderamente religiosa.
Dice en La fe del ateo pág. 155: «Un gobierno realista podrá ser confesional, o antirreligioso, pero no neutral o laico.»
No puedo imaginar un disparate antieutáxico más grande, se imagina alguien que ganando el PP las próximas elecciones, las primeras medidas que tomara fueran: prohibir el divorcio, el aborto, los métodos anticonceptivos, hacer obligatoria la enseñanza de la religión, &c. O que el PSOE al renovar el poder, cerrase las iglesias, prohibiera las procesiones, &c.
El propio Bueno reconoce en el artículo antes citado de «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 52:
«Fue la misma imprudente política anticlerical de los gobiernos republicanos, muy poco maquiavélicos, uno de los principales desencadenantes de la reacción integrista promovida, sobre todo, por un clero acosado durante los años 30.»
Lo eutáxico en la situación actual es el Estado neutral, llámele laico o aconfesional. Porque la guerra no va con la parte religiosa de la sociedad civil (dice Bueno en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 76: «Sin embargo, los católicos que han aceptado las reglas democráticas –prácticamente, la totalidad– aceptan también gustosos la concepción de la religión como cultura…»), sino con la organización eclesial, ávida de no perder más poder, pues esto y no otra cosa significa para ellos quitar el crucifijo de los lugares públicos.
Dice Pérez Jara en la página 64 de su artículo:
«…el llamado laicismo, cuando es entendido al modo light ( por ejemplo por la gran mayoría de nuestros políticos e ideólogos actuales) como un “mantenerse al margen” de las religiones, o ser “neutro” ante ellas, reservando las creencias religiosas, si las hay, para el ámbito de lo “privado”, pero excluyéndolas del ámbito de lo “público”, es una posición contradictoria, porque ante las religiones (que son esencialmente, desde un punto de vista antropológico, públicas, como vemos en el cristianismo y el Islam, ambos asociados al proselitismo, y por tanto a la “propaganda pública” de sus dogmáticas y sacramentos)…»,
y esto lo dice poco después de hablar en la pág. 60 de la pérdida de poder de la Iglesia católica.
Un Estado (laico, neutro o aconfesional) que consiguiera reducir al ámbito de lo privado el hecho religioso, ni seria neutro ni se mantendría al margen de las religiones, por que eliminar los crucifijos de los sitios públicos estatales, regular las procesiones, impedir que suenen las campanas de los templos para llamar a los fieles a la misa, no seria neutralidad, seria seguir quitando poder a la Iglesia católica, o ajustando ese poder hacia los que voluntariamente quieren aceptarlo, o sea sus fieles, no a toda la población.
Esa es la lucha que parecen no ver desde el Materialismo Filosófico. Dice Bueno en El sentido de la vida, pág. 291:
«La Iglesia católica ha tolerado el islamismo, o ha tolerado el darwinismo, o ha tolerado el socialismo precisamente cuando estos movimiento se han impuesto en virtud de su propia fuerza.»
Y dice también Bueno en Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, pág. 37:
«Esta sería la dialéctica de la historia actual de la Iglesia Romana: que tanto los que en su seno piden la integral conservación, como los que piden la renovación, tienen motivos de prudencia equivalentes y bien fundados. Solo que los motivos de los integristas (para decirlo al modo escolástico) se fundan en la esencia de la Iglesia, mientras que los motivos de los renovadores se fundan en su propia existencia. Aquellos dirán que mantener en la existencia una institución “desvirtuada”, que va perdiendo sus esencias más puras, es una traición; y éstos, que pretender mantener unas esencias que comportan necesariamente la progresiva extinción, la inexistencia más o menos próxima, es tanto como mantener una utopía, una esencia que no existe en ninguna parte.»
Estoy seguro que a la Iglesia aun le queda mucha capacidad de adaptación y por mantener su existencia pueden dejar de ser tan publicas y tan propagandistas como lo son ahora.
Se menciona en la cita de la pág. 372 de La fe del ateo, «de hecho se manifiesta continuamente su condición religiosa en mil formas (templos, procesiones públicas, ritos de paso, establecimientos de enseñanza)».
¿Qué templos?, ¿los templos vacíos que mencionaba antes?
¿Qué procesiones?, ¿las que cita en la pág. 80 de «La influencia de la religión en la España democrática», donde dice: «las romerías de la Virgen del Rocío se alimentan de intereses sociales no religiosos, cerca de los que mueven el creciente interés por la ópera en otras capas sociales: pero es la religión, por no decir el fetichismo, el cauce que lo canaliza»?
¿Qué ritos de paso?, ¿esos que comenta en «La influencia de la religión en la España democrática», donde dice:
«Especialmente importante fue este proceso de impregnación aplicado a los “ritos de paso”, sobre los cuales la Iglesia católica mantenía un control mayoritario, a pesar de que, durante la República, importantes sectores de la población (sobre todo urbana) se había liberado del control eclesiástico.» «Durante el nacional-catolicismo, sencillamente, el ceremonial católico, en estos ritos de paso, se hizo prácticamente obligatorio para todos los españoles.» «No es nada fácil conseguir de la noche a la mañana, incluso suponiendo que se desee, el recambio, de instituciones tan arraigadas como las del bautismo, la primera comunión, la boda por la iglesia y el funeral católico.»
En esa guerra se está en la actualidad y la retirada de los crucifijos es una batalla más. En la que Gustavo Bueno desde el bando ateo (para mi el ateísmo «teórico» de Bueno es el más sutil, interesante y elaborado de cuantos conozco, no así su ateísmo «práctico» tal como intento demostrar en este artículo) parece haber construido una tercera postura. La primera postura correspondería al clero que aboga naturalmente por el mantenimiento y extensión de su «marca de empresa» (Bueno llega a decir en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 65, sobre la Iglesia católica: «ella se ha convertido en una agencia de servicios»).
La segunda postura sería la de los ateos-materialistas-indoctos que hacen el siguiente razonamiento, el crucifijo representa al hijo de Dios que resucitó, si Dios no existe no puede tener hijos y para un sistema materialista la resurrección es imposible, por lo tanto, es un símbolo falso que solo debe estar en los sitios donde se aceptan esas mentiras como verdades.
La tercera postura, la del propio Bueno, que siendo ateo defiende el crucifijo para que no pongan en su lugar la media luna.
No es sólo en esta cuestión de los crucifijos donde Bueno se ha alineado con el catolicismo, dice en su libro Zapatero y el pensamiento Alicia, pág. 305, al respecto de los matrimonios homosexuales:
«incoherencia y sinsentido de un “orgullo democrático” ante situaciones en las que un Pueblo que mayoritariamente asume las normas del matrimonio romano (y luego cristiano) deja pasar, sin embargo, una ley que mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias; un Pueblo que, si tuviera un orgullo democrático auténtico, debiera haberse plantado ante un gobierno formado por un atajo de ideólogos indoctos e irresponsables, que deciden, en nombre de un progresismo que les da miles y miles de votos, destruir las bases de una sociedad milenaria y plantear más problemas para el futuro de los que puede resolver en el presente inmediato.»
¿Por qué el matrimonio homosexual «mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias» y por ejemplo el celibato y el voto de castidad de los curas no?
Dice Bueno en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 55:
«La confesión auricular tenía como condición el celibato del confesor, puesto que solo a alguien que por su situación se mantenía al margen de la familia…»
Qué hubiera ocurrido si en un momento determinado del curso histórico de una sociedad, todos sus miembros decidiesen hacerse curas y monjas, que esa sociedad se quedaría sin familias, después, la sociedad misma desaparecería.
Como ateo también apuesto por un Estado ateo y racionalista, pero en la España actual eso es una utopía antieutáxica, por lo tanto mi segunda opción no es ninguna «confesión religiosa realmente existente» que me tolere como ateo de alguna forma (como una limosna), si no puede haber un Estado ateo y racionalista prefiero un Estado neutro, aconfesional o laico. Que regule a creyentes y no creyentes, de tal forma que se asegure de forma legal (no como limosna) la recurrencia de los ateos en el tiempo.
Lo eutáxico en la España actual es trabajar por un modelo de Estado que tenga en cuenta a esos diez millones de ciudadanos de cada bando, de tal forma que todos podamos vivir y convivir. De hecho se da una situación próxima a esto, hoy en día en España tanto un católico como un ateo pueden vivir unas vidas dentro de su «modelo de mundo». Un católico puede bautizar a sus hijos, ir a misa diaria, dar a sus hijos una educación católica, vivir sin divorciarse, sin abortar sin usar anticonceptivos, casarse por la iglesia y ser enterrados por un cura. El ateo puede hacer todo lo contrario. El problema viene cuando la jerarquía católica quiere imponer su modelo de vida al resto de personas de la sociedad, una jerarquía que nunca entenderá que la existencia de una ley del divorcio no obliga a nadie a divorciarse.
Esto supone un reajuste de determinadas prerrogativas de la Iglesia católica, lo que desde luego no implica su desaparición. Seria también importante que los dos grandes partidos aceptaran ese modelo neutral. A partir de ese punto la guerra se tiene que dar en otros ámbitos, en la divulgación de las respectivas ideas en los medios de comunicación, periódicos, revistas, Internet, radio, televisión, autobuses, &c. Lo que propiciaría o no un trasvase de un bando a otro.
La lista de los reajustes puede ser muy larga, pero un criterio puede ser este, todo aquello particular que invada el espacio general debería ser regulado, empezando por los crucifijos en los lugares públicos dependientes del Estado. La bandera si es un símbolo de todos, el crucifijo no.
Habría que regular cosas como el tocar las campanas para ir a misa, en este caso para prohibirlo.
La presencia de curas militares en el ejercito, no se como esta el tema actualmente, cuando yo hice la mili en los años 1982-1983, el primer domingo de estar allí, preguntaron quien quería ir a misa, la mayoría no quiso ir, cuando marcharon los que si querían ir, a los que nos quedamos nos pusieron a limpiar toda la mañana las dependencias, no hace falta decir que al domingo siguiente todos fuimos a misa. Este es el típico comportamiento clerical que hay que eliminar.
La enseñanza de la religión en los colegios, es otro tema a regular, no me importa que se de en los colegios públicos siempre que sea voluntario y que las asignaturas alternativas no las decida la jerarquía católica, tampoco me importa que den notas si con esto creen que se tomaran la asignatura mas en serio.
Un Estado laico no tiene porque prescindir del estudio de las religiones. El propio Bueno lo dice en la pág. 76 de «La influencia de la religión en la España democrática»:
«Los poderes públicos agnósticos podrían también propiciar la enseñanza crítica de la religión, en la forma de una Historia de las religiones comparadas.»
Esta podría ser una buena asignatura alternativa a la religión católica y también con nota.
Sobre el tema de la financiación de la Iglesia católica por el Estado (visto que no ha logrado su autofinanciación) me remito a la interesantísima cuestión 10ª de Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, titulada «El impuesto religioso» (¿De verdad cree Gustavo Bueno que si alguno de los entrevistadores de la emisoras procatólicas –a los que presuponemos muy afines a esa fe– hubiese leído la parte de ese texto donde habla del ortograma «resurrección de la carne», le hubiera entrevistado sin sentir repugnancia?).
Veinte años han transcurrido desde que se editó aquel libro y hoy cabe preguntarse: ¿el Estado todavía no puede considerar ajena a la Iglesia católica?, a pesar del tiempo que lleva la jerarquía mordiendo la mano que le da de comer.
Un ejemplo surrealista de hasta donde la Iglesia percibe su poder lo encontramos en este texto que pudimos leer en el periódico El Mundo del pasado 30 de noviembre de 2008:
«La festividad del domingo es de origen religioso, así como las vacaciones de Semana Santa o Navidad. Igual sucede con una altísima proporción de denominaciones de personas. Repárese que tanto el presidente del Gobierno como el Rey –y millones de españoles– tienen nombres, no de uno, sino nada menos que de cuatro santos: José Luis y Juan Carlos. Llevando al extremo la sentencia del juez de Valladolid pudiera ocurrir que alguien pidiera la abolición de las festividades mencionadas (con el consiguiente trastorno para legítimos intereses sindicales) o una legislación de Registro Civil que vetara la inscripción de nombres de mujeres o varones con reminiscencias religiosas (con la consiguiente lesión de tradiciones familiares muy arraigadas). Tendríamos un problema, ciertamente.» (del artículo «Ni prudente ni proporcional» de Rafael Navarro-Valls.)
Es otra típica actitud clerical, de limosna y de soberbia.
¿No estaremos ante un caso de «falsa conciencia» por parte de Gustavo Bueno, de pérdida de su capacidad correctora de errores?
No sé si Bueno es consciente de que su imagen de prestigio (indiscutible) está siendo utilizada por determinados medios de comunicación cercanos a la jerarquía católica (hay que recordar que los ateos no tenemos jerarquía) como cuando un circo presentaba la mujer barbuda o el niño lagarto («¡Pasen y vean, el ateo que defiende los crucifijos!») cuando los católicos de base no lo van a entender (dice Pérez Jara en su artículo, pág. 64: «“Analfabetismo” de la mayoría de los creyentes “populares”») y a la jerarquía católica le trae sin cuidado sus argumentos pues no deja de ser un ateo. Solo le interesa que defienda sus posiciones y por eso se le da publicidad.
¿O es que olvida Gustavo Bueno que si la Iglesia católica recuperase el poder perdido en épocas pasadas, le quemarían a usted y a sus libros en la hoguera? Quizás le consuele pensar que este método es mas racional y escolástico que su homologo islámico.
«La sistemática eliminación (incluyendo aquí la eliminación por la muerte o la hoguera) de quienes aportan “materiales” inasimilables o “conflictivos” al sistema de ortogramas dominantes es la causa principal del embotamiento dialéctico y la ocasión para el florecimiento de una frondosa red de recubrimientos apologéticos destinados a desviar los conflictos fundamentales hacia otros conflictos secundarios. La impermeabilidad hace posible el incremento eventual de una certeza o seguridad puramente subjetiva que conduce ordinariamente a la ingenua aceptación, como si fuera la única opción posible, de las propias construcciones ideológicas. La falsa conciencia termina convirtiéndose así en un aparato aislante del mundo exterior (del mundo social, no solamente individual) y su función está subordinada a los límites dentro de los cuales el aislamiento puede resultar ser beneficioso, hasta tanto no alcance un “punto crítico”. Pero en general, cabe afirmar que, cuanto mayor sea el grado de una falsa conciencia, tanto mayor será la evidencia subjetiva, aunque no siempre recíprocamente.» Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión.
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