domingo, 11 de enero de 2009

Fanáticos religiosos

Uno de estos se apodera de un avión y lo lanza contra un edificio lleno de gente inocente. Víctimas ajenas a los demonios mentales y locuras, que no tienen culpa de que el hombre “oiga voces del cielo’’ que le ordenan sembrar muerte y dolor. ¿Es algo nuevo esto? ¿Estamos, como dicen algunos, llegando al final de los tiempos? La verdad que no. La superstición y el fanatismo religioso son casi tan antiguos como la humanidad. No existe diferencia entre el hechicero de la tribu que conjuraba a los dioses a la orilla de una fogata y el sacerdote moderno que le pide a ese fanático religioso que efectúe el vuelo suicida.
Encuentro exactamente iguales a los fanáticos religiosos que se dejaban comer por los leones en el Circo Romano, que a los kamikazis japoneses que durante la Segunda Guerra se convertían en proyectiles humanos y se lanzaban en picada contra barcos enemigos. Son iguales a un pastor llamado Jimmy Jones, que llevó al suicidio por envenenamiento a toda su iglesia hace algún tiempo en Guayana. No hay diferencia con los locos que se inmolaron en un lugar llamado Waco, (qué ironía, verdad) antes que rendir su “fe’’ a las autoridades.

Los hay que interpretan escrituras (sagradas para ellos) y prefieren dejar a sus hijos morir antes que someterlos a tratamiento médico o a algo tan simple como una transfusión de sangre.

Fanatismo religioso que obliga a las mujeres (de otras latitudes desde luego) a andar permanentemente su rostro y casi todo su cuerpo cubiertos y a los hombres a entrenar a sus hijitos para que celebren públicamente, con gran fiesta y alegría, la muerte de miles de personas víctimas de un grupo de locos suicidas.

¿Existe diferencia entre estos terroristas y los caballeros cruzados; esos que invadieron una patria ajena pues a sangre y fuego querían terminar con todos los que no creyeran lo mismo que ellos? La “santa’’ inquisición fue la autora de terribles torturas y centenares de miles de muertes entre todos aquellos que, casi a gusto de los inquisidores, eran declarados brujos o pactados con el diablo.

Piense nada más en lo terrible del siguiente panorama: Un grupo de sumos sacerdotes, sentados frente a usted, que se encuentra indefenso, le hablan “en el nombre de Dios’’ y le dicen que arroje a los demonios de su cuerpo.

Como usted no tiene la menor idea de lo que están hablando, pues a su modo de ver los demonios sólo existen en la mente de sus jueces, usted no puede arrojarlos de su cuerpo. Ellos insisten, infringiéndole terribles torturas, de las cuales usted no puede librarse porque realmente no sabe qué es lo que ellos quieren que usted diga para dejarlos contentos.

“Arroja a Satanás de tu cuerpo’’ -le ordenan una y otra vez, sin que usted sepa cómo “diablos’’ hacerlo. En un arranque de valor se atreve a decirles que los que están poseídos por el demonio son ellos, lo que, lamentablemente, le conduce a usted directamente a la barbacoa donde, al igual que un pollo indefenso, es rostizado hasta ser convertido en carbón.

Eso lo hicieron con miles de personas inocentes. Eso lo continúan haciendo ahora, cuando lanzan mortales gases venenosos contra los usuarios del metro en Tokio o estrellan aviones contra edificios comerciales llenos de gente cuyo único error fue estar en su trabajo puntualmente.

Son fanáticos religiosos que representan todo un mundo de supersticiones y creencias extrañas que existe actualmente, aún en estos tiempos modernos.

Hay gente de religiones respetadas que cree que enterrando cuchillos en la tierra puede provocar o impedir la lluvia. Hay otros que creen que si regalan 12 huevos a 12 pobres tendrán 12 años de salud y bienestas. ¡Por favor! ¿Qué diferencia hay entre rezarle a alguno de los cuatro o cinco de los “grandes dioses actuales’’ que disfrutan de la preferencia de otro tanto grupo de creyentes a nivel mundial (Cristo, Buda, Mahoma, Alá, etc.) o los que le pedían hace miles de años a Zéus, Marte, Amon Ra, Odín, etc.?

¿Qué hubiera respondido un sumo sacerdote de Atón Ra si yo le hubiera preguntado lo que ahora hago con cualquier sumo sacerdote de cualesquiera de las religiones existentes? Pregunta: ¿Cree usted que dentro de un par de milenios su dios, así como todas sus creencias, serán objeto de estudio histórico, rareza de museos?

¿Quién nos puede garantizar que ahora sí, que esta vez lo dioses a los que entregamos nuestra fe son los verdaderos?


Por Otto Martín Wolf
omartinw@yahoo.com

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