lunes, 9 de agosto de 2010

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente
y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tu le herirás en el calcañar.
Menos mal que Dios, en su generosidad solo la autorizó a herirnos en el calcañar, así que no temáis cuando una serpiente os muerda en otro sitio, sólo son peligrosas si muerden en el calcañar, palabra de Dios.

Génesis 3:16
A la mujer dijo: -Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y el se enseñoreará de ti.
Pelín machista el buen Dios, no sólo nos condena a lo mismo que luego condenará a Adán, si no que además nos condena a dolores extras del parto y la preñez. Claro que hubiera tenido su gracia el ver al Adán sufriendo los dolores de la preñez y el parto aunque no se quedara preñado ni llegara a parir nunca.

Génesis 3:17
Y al hombre dijo: -Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de el; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
La liamos, ya tenemos al Yavé enfadado, al Yavé sin sentido del humor, el Yavé del mal humor perpetuo, algo le había salido mal y condenaba a sus criaturas por su torpeza. Con lo bien que hubiera quedado si no hubiera plantado el arbolito, con lo bien que hubiera quedado si hubiera explicado claramente como quería que se reprodujeran. Pero no, en lugar de eso se coge un cabreo terrible, una ira que todavía le dura después de siglos y siglos de aquel triste suceso, después de generaciones y generaciones de seres humanos.

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