sábado, 4 de septiembre de 2010

Génesis 4: Caín y Abel

Génesis 4: Caín y Abel
por Marisa Alba Bustos

A pesar de que parece que el primer acto sexual de la humanidad fue el causante de la condena expresada por Yavé sobre los participantes en el jueguecito, y lo hizo extensivo a toda la humanidad, la cosa no queda ni medio clara. Al parecer por un lado Yavé ordena lo de "creced y multiplicaros", por otro dice que no se coma del arbolito de la "ciencia del bien y del mal", es precisamente cuando comen del fruto del arbolito cuando descubren que están desnudos, sienten vergüenza y se fabrican delantales para proteger su intimidad. Parece un claro simbolismo hacia la represión de la sexualidad humana recién estrenada que será, y es una constante a lo largo de toda la Biblia, y del Cristianismo hasta nuestros días.

¿O quizá lo que el mismo Dios escribe en la Biblia está ocultando algo todavía más serio? Desde la religión se explica que ese primer pecado no tuvo connotaciones sexuales, que fue un pecado de orgullo humano, que fue un deseo de ser igual que Dios, que fue un desafío lanzado por los humanos recién saliditos de las manos del creador al querer igualarse a el.

Claro que otros lo entienden y lo explican de otra manera. Al parecer el arbolito en cuestión se llamaba de la "ciencia del bien y del mal" curioso nombre, significativo donde los haya. Hay quien interpreta el simbolismo del arbolito como un intento por parte de Dios en castigar el conocimiento, que en realidad lo que nace en la mente de Eva es el deseo de saber y conocer el entorno que le rodea, empezar a practicar una rudimentaria ciencia del conocimiento, de una realidad en la que está inmersa. Poca importancia tiene si fue Eva o si fue Adán el primero en dar el paso hacia la investigación y el conocimiento, lo cierto es que sintieron el deseo de conocer, aprender e investigar. Lo que se mostraba a sus ojos era desconocido, necesitaban conocerlo obligados por su cerebro humano, la curiosidad innata de nuestra especie no tiene límites, estamos obligados a hacernos preguntas, a contestarlas hasta donde podamos, estamos obligados a investigar, a aprender, a descubrir, a avanzar en el conocimiento, en definitiva a demostrar y buscar pruebas de que lo que creemos es cierto, a crear ciencia. Me importa un rábano si esa característica esencial de nuestra especie fue puesta por lo que unos llaman el dios creador, y otros llamamos simplemente naturaleza. Lo cierto es que está ahí, que no podemos sustraernos a ella, que si no fuera por esa curiosidad innata seguiríamos en el mismo punto que los primeros hombres que hubo sobre la Tierra. Es evidente que tras cada nueva respuesta correcta surge una pregunta nueva, ese es y ha sido el camino seguido por la humanidad, un camino irreversible que nos ha conducido hasta donde en estos momentos estamos, sabremos mucho o sabremos poco, pero no sabríamos nada si no hubiéramos seguido ese camino al que nos obliga nuestro cerebro.

Desde este punto de vista la fábula del "arbolito de la ciencia del bien y del mal" toma una nueva perspectiva. El árbol representaría el conocimiento, la ciencia y sus frutos, la serpiente representa la pregunta, la interrogación surgida en el cerebro de aquellos humanos, y el pecado es sólo el deseo de saber, de aprender, de comprobar, de demostrar lo que se ve, lo que se aprecia, y lo que se intuye. Quizá fuera eso precisamente lo que Yavé quería reprimir. Los que escribieron esa fábula comprendían ya que el conocimiento y la investigación, la ciencia, iría alejando cada vez más al hombre de la estupidez que ellos escribieron, que cada vez el conocimiento iría alejándose más y más de la fe. Eran conscientes de que fe y conocimiento son incompatibles, eran conscientes de que tarde o temprano sus mentiras indemostrables serían descubiertas. Y de ahí surge la denominación de árbol de la ciencia del "bien y del mal". Ciencia del bien cuando esa ciencia esta dominada por la fe, cuando esa ciencia se somete a la fe y trabaja o aboga por ella. Ciencia del mal cuando se aleja de la fe y de la religión, ciencia del mal cuando se descubre que las cosas son neutras en si mismas, que ni tienen nada que ver con Dios ni con la fe. Ciencia del mal cuando se descubre que tras ella ni está Dios, ni se le espera.

Quizá fue eso lo que en realidad el dios Yavé quiso castigar realmente, la curiosidad y deseo de conocimiento de nuestra especie, un deseo al que nos obliga nuestro cerebro humano. Que curioso, el que fue nuestro creador, el que puso en nosotros ese deseo irrenunciable, lo castiga de la forma más atroz y continuada que se pueda imaginar. A lo mejor es que la Biblia no fue escrita por Dios, a lo mejor es que fue escrita por unos hombres, que aunque ignorantes, comprendían ya que tarde o temprano sus mentiras serían descubiertas. Quizá en el Génesis no se trataba de reprimir tanto la sexualidad humana, como el deseo de conocimiento. Aunque después la represión de la sexualidad se haya convertido en el caballo de batalla de la religión cristiana a lo largo de los siglos.

El Génesis, ni siquiera en sus grandes rasgos sigue las etapas lógicas de como fue la evolución realmente. El Sol tiene una antigüedad de unos 6.000 millones de años, la Tierra unos 4.500 millones de años. El Sol, y por supuesto las estrellas, son mucho más antiguas que la Tierra, por lo tanto la Tierra nunca estuvo en tinieblas, cuando la Tierra se formó, la luz del Sol hacia millones de años que alumbraba, y las estrellas tachonaban ya el firmamento millones de años antes de que la Tierra fuera formada. El Génesis afirma lo contrario, que primero fue creada la Tierra en tinieblas y después el Sol y las estrellas. Otra mentira escrita por Dios, mejor dicho por la ignorancia de los hombres que inventaron a Dios.

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