lunes, 17 de noviembre de 2008

¿Cómo nos protege la piel?

La delicada piel es mucho más que una cubierta protectora: es un órgano tan importante para la vida humana como el cerebro, el corazón y los pulmones. Presta servicios de los cuales apenas nos damos cuenta y que serían difíciles de realizar con un cuero duro y grueso.

Vea lo que sucede al cortarse un dedo. De los diminutos vasos sanguíneos de la piel brota de inmediato la sangre que expulsa la suciedad y los microbios. Después, los vasos sanguíneos se contraen, reducen la salida de sangre y pronto llena la herida un coágulo que rápidamente se endurece. Este se adhiere firmemente a los bordes y comienza a encogerse gradualmente, acercándolos el uno al otro.

En unas horas, por todos lados es invadido el coágulo por células del tejido correctivo llamadas fibroblastos, que progresivamente construyen tejido nuevo. Una vez que se ha rellenado con toda solidez la brecha, las células cutáneas superficiales comienzan a crecer, partiendo de los dos bordes, hasta que se encuentran en el centro, para dejar sólo una cicatriz finísima o absolutamente ninguna.

Cada etapa de este proceso ocurre en el momento adecuado. Recuerde esto la próxima vez que se corte o se queme y no trate de rascarse la costra. Puede interrumpir con ello fases importantes de la curación y quedar con una cicatriz innecesaria.

La piel es un almacén, de amplitud notable por cierto. Una persona que pesa unos 68 kilos lleva más o menos 11 de esos kilos en la piel, principalmente en forma de grasas y agua. Cuando el cuerpo ingiere más grasas y agua de lo que necesita, parte del exceso se deposita en la piel. Más tarde, la piel puede devolver esos materiales almacenados, a través de la corriente sanguínea, a los órganos que los necesiten. En forma semejante se depositan en la piel las sales, el azúcar y varios otros factores nutritivos esenciales.

La piel también puede proporcionar raciones sanguíneas de urgencia a órganos vitales. Suponga usted que inesperadamente lo asaltan cuando camina por la calle. Al instante sus músculos y órganos internos requieren más sangre para luchar o huir. Parte de esa sangre procede de la piel, donde los pequeños vasos sanguíneos se contraen o dejan de funcionar y los canales mayores de urgencia se abren para proporcionar un atajo rápido a la sangre que velozmente se envía a las regiones que la necesitan. Al desviarse esa sangre que ordinariamente circula a través de la piel, usted "palidece de terror o de ira".

Los vasos capilares cutáneos ayudan a mantener la temperatura normal. Cuando el cuerpo se calienta demasiado, los vasos se expanden, de manera que fluye más sangre a la superficie de la piel para enfriarse. Cuando sale uno al frío, se contraen los vasos sanguíneos cutáneos, entra menos sangre a la piel y se conserva el calor interno.

Las glándulas sudoríparas de la piel son también mecanismos reguladores de la temperatura. Cuando ésta sube demasiado, esas glándulas secretan sudor, que al evaporarse produce enfriamiento.

A la piel llega un sinnúmero de terminaciones nerviosas, algunas de las cuales responden al calor, otras al frío, la picazón y las cosquillas. Las terminaciones nerviosas dan el "sentido del tacto", notable por la forma como trabaja. Desde la primera infancia y hasta que la piel se arruga en la edad avanzada, generalmente resulta un tanto estrecha para el cuerpo, y en consecuencia está ligeramente estirada. Los cambios en el grado de esa tirantez dan la sensación de "contacto".

Así, cuando se frota suavemente con un lápiz a lo largo de la piel, no es realmente el lápiz lo que se siente sino el cambio de distensión que produce el lápiz en la piel. Puede "sentirse" el lápiz incluso cuando éste sólo toca el vello del antebrazo, porque cada pelo tocado excita algunas terminaciones nerviosas, así sea muy ligeramente.

La piel que lleva usted hoy no es la misma piel que tenía el año pasado; de hora en hora se va produciendo una muda invisible. La piel tiene tres niveles principales: una colección de capas externas llamada la epidermis, una capa media llamada la dermis y una interna o capa subdérmica. En la parte inferior de la epidermis hay una delgada lámina celular donde se efectúa la mayor parte del crecimiento cutáneo. Cada célula de esta hoja se subdivide de tiempo en tiepo, formando nuevas células que se agrupan lentamente y van ascendiendo a la superficie. El viaje puede durar semanas. En el camino, cada célula muere y su exterior se desintegra en escamas microscópicas.

Unas 20 o más capas escamosas forman la superficie de la piel. Esos fragmentos invisibles de células muertas se desprenden constantemente y son reemplazadas. Si se raspa la superficie de la piel en tal forma que pierda sus diminutas escamas con mayor rapidez de lo normal, las nuevas células se forman a triple o cuádruple velocidad. La capa escamosa externa es más gruesa en las yemas de los dedos, las palmas de las manos y las plantas de los pies. Si en un punto hay frotamientos demasiado frecuentes, la piel forma un callo, una acumulación de escamas duras, muertas. Las quemaduras solares intensas aceleran la muda de la piel y producen un despellejamiento visible.

Las variedades de color de la piel humana dependen principalmente de la cantidad de un solo pigmento llamado melanina. Por lo general el cutis más oscuro tiene más melanina. Sólo un gramo aproximadamente de melanina diferencia la piel humana más negra de la piel de un albino, que carece totalmente de pigmento.

La piel humana se mantiene sana por medio de una sustancia grasa llamada sebo, que segregan millones de glándulas localizadas cerca de las raíces del vello. Al llegar a la superficie cutánea, el sebo forma con el sudor una mezcla protectora que mantiene la piel húmeda y flexible. En climas muy fríos la sustancia sebácea se congela antes de salir a la superficie y la piel se reseca y agrieta. En algunas personas hay sobreproducción de sebo y el cutis es excesivamente grasoso; en otras se produce poco sebo y la piel es demasiado seca.

¿Alguna vez ha dicho usted: "Me asusté tanto que se me pusieron los pelos de punta"? Tal vez sucedió precisamente eso. Unidos a los finos vellos que crecen en la mayor parte del cuerpo hay músculos diminutos que, al contraerse, pueden producir la "erección" del pelo.

En la piel se producen cambios notables con la edad. El niño recién nacido está arrugado porque su piel todavía es demasiado grande para él. Al irse llenando su cuerpo, las arrugas desaparecen. A partir de entonces, innumerables fibras elásticas encajadas en la piel la mantienen lisa y convenientemente tensa. En la pubertad, las hormonas sexuales estimulan un rápido aumento de la producción sebácea que puede llegar a cerrar los poros y ocasionar erupciones durante la adolescencia. Más tarde, las glándulas sebáceas vuelven a reducir su actividad y la piel se limpia. En la edad avanzada, disminuye considerablemente la producción de sebo y las fibras de la piel pierden mucho de su elasticidad. El resultado es una piel floja, arrugada y seca.

La piel es un órgano estrictamente personal; nadie tiene una piel exactamente igual a la de otra persona. Un ejemplo de esta individualidad es el trazo de las huellas digitales, que nunca duplica el de nadie más. La piel de una parte del cuerpo puede trasplantarse con todo éxito a otra parte del mismo cuerpo, pero si se injerta en otra persona sólo sobrevive temporalmente, a no ser que se trate de hermanos mellizos idénticos.

No obstante, en los casos de grandes quemaduras, la piel tomada de otra persona puede ser útil para el proceso curativo. Esta piel "prestada" sólo sobrevive unas cuantas semanas, pero ese tiempo es suficiente para proteger los tejidos subyacentes contra la infección y la pérdida de líquidos durante el período de mayor peligro.

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